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Privilegios, dioses y materialismo espiritual

¡Apresúrate!

Despliega anchas tus redes de compasión infinita.

Congrega en tu tierno abrazo a todos los seres dolientes,

cuya búsqueda sin tregua de la felicidad

nada trae más que desdicha y pesar.

Dzongsar Khyentse Rinpoche[1]



En 1976 aparece la primera edición de El Mito de la Libertad en Boulder, Colorado. Allí, Chogyam Trungpa Rinpoche impartirá enseñanzas que marcarán ineludiblemente la comprensión del vajrayana en Occidente, mostrándose especialmente hábil al identificar y criticar las tendencias y obstáculos más comunes del practicante occidental. Entre sus agudos análisis de la sociedad occidental resulta particularmente impactante su lectura «psicológica» de los seis reinos de existencia. En vez de centrarse en las manifestaciones físicas de cada uno de estos reinos, descritas en detalle en numerosas enseñanzas tradicionales, Trungpa Rinpoche profundiza en las dinámicas mentales, o lo que él llama «neurosis», que prefiguran estas experiencias. Entre los seis reinos, sus enseñanzas sobre el mundo de los dioses parecen adecuarse particularmente a las circunstancias de muchos practicantes occidentales, aún más si, por ejemplo, son blancos, han nacido en una familia que no sufre de grandes dificultades económicas y han podido desarrollar su vida con cierta comodidad, encontrando un trabajo estable que les otorga reconocimiento social. Si lo extrapolamos al ámbito de la reflexión política y social actual, parece que los dioses de la cosmovisión vajrayana son aquellos hombres y mujeres que gozan de privilegios en nuestra sociedad.


El término concreto que utiliza Trungpa es «endiosamiento», que debemos entender como un tono mental, de la misma forma que para describir otros reinos utiliza los términos «pasión», «estupidez» o «pobreza». Trungpa diferencia entre dos tipos de endiosamiento: un primer proceso que podríamos llamar «mundano» o «profano», que tiene relación con los objetos sensibles; y un segundo más profundo que podríamos llamar el «endiosamiento espiritual», al que el mismo Trungpa se refiere como «el grado máximo y definitivo del aturdimiento, un abismo de inconsciencia»[2].


El endiosamiento mundano

Este es un estado que resulta relativamente fácil de entender e imaginar, puesto que la cultura popular goza de numerosas ilustraciones al respecto. El endiosamiento mundano se caracteriza, en un principio, por la búsqueda de lo agradable por encima de todo. Aquí, de entre los cinco agregados, el dominante es vedana, la sensación, que asimila la experiencia a través del filtro agradable/desagradable. Este «tono hedónico» puede a veces presumir de algunas de las características de un buen practicante espiritual, como la disciplina, la paciencia e incluso la generosidad, pero se orienta siempre a perpetuar su propia existencia; es «el placer, entendido como intento por mantener el ego» (ML, p. 36). El endiosamiento, por lo tanto, tiene una estrecha relación con los ocho dharmas mundanos, puesto que se establece como forma de perpetuar los propios intereses, y «se nutre de (…) el miedo al fracaso y la esperanza de conseguir algo» (ML, p. 35).



Pero Chogyam Trungpa va más allá: según él, este estado suele encontrar un punto de cambio en el momento en el que el sujeto se pierde en la búsqueda misma del placer. «La lucha se convierte en aventura y por fin en vacaciones y asueto» (ML, p. 36). Llega un momento en el que la propia búsqueda de esta felicidad mundana, de riquezas, reconocimiento y placeres de los sentidos, se contenta a sí misma, y ya no hace falta ni satisfacerla del todo. Nos contentamos con aquello que hemos conseguido ya, tiramos la toalla, y decidimos disfrutar de esa situación, que nos es suficientemente placentera. Como un famoso artista que, al principio de una carrera prometedora, se esforzaba por alcanzar la satisfacción de una obra perfecta, y que tras un cierto tiempo, «pierde el hilo», dejándose llevar por los placeres que su vida artística le procura: las fiestas con el mejor champán, las preciosas y exclusivas prendas con las que puede vestirse y la superioridad moral que le proporciona su estatus social.


El endiosamiento espiritual

Es esta unión total con el ego, en la que la distinción entre lo agradable y desagradable desaparece, es en la que Trungpa ahonda con más fuerza. En La Triple Visión, texto canónico de la escuela Sakya, Ngorchen Konchog Lhundrup explica que los dioses de los reinos superiores son aquellos que se encuentran en estados meditativos de profunda absorción que parecen ser la felicidad suprema: «los dioses de los reinos superiores piensan que estas meditaciones son la liberación y el camino a la lieración”[3]. Trungpa define esta experiencia como el ejemplo por excelencia de la fijación mental, una «abstracción meditativa basada en el ego» (ML, p. 36). ¿En qué consiste esta experiencia?


Según Chogyam Trungpa, este endiosamiento a nivel espiritual se basa en el hecho de fijarse en un objeto de meditación sin que este sea el centro de nuestra atención. Al contrario: nos incluimos a nosotros mismos todo el rato en esta misma observación, y más que observar el objeto en sí, acabamos observándonos a nosotros mismos practicar. De esta forma, conseguimos que, hagamos lo que hagamos, el ego se mantenga como el centro de nuestra práctica.


Aquí, el «placer» que nos guía es un poco más sutil, pero igual que en el endiosamiento mundano, todas nuestras acciones están motivadas por la obsesión de mantener nuestro ego: «Hay una tendencia exagerada a observarse a uno mismo, lo que obviamente reafirma la existencia del meditante» (ML, p. 35). Esta no es simplemente una falta distante, de un reino que no nos pertenezca. Chogyam Trungpa advierte: «es posible ensimismarse también en una técnica, como una visualización o la repetición de un mantra. En vez de estar completamente absorto en la visualización o el mantra, uno se las arregla para que el yo esté presente visualizando» (ML, p. 35). Este endiosamiento, por lo tanto, es quizás la expresión más certera e inconfundible de un concepto que a menudo ocupa un lugar central en las enseñanzas de Trungpa: el materialismo espiritual.


La manifestación más exagerada de este proceso de la que disponemos en nuestra red de representaciones occidental es la del practicante de espiritualidad New Age, que flota por la vida convencido de haber alcanzado la realización. En este estado, ya casi no tiene importancia lo que pueda manifestarse ante ti: vas por la vida pensando que eres uno con la naturaleza y sus elementos, que has «llegado a un estado permanente de realización o de unión con dios» (ML, p. 36). Mientras tanto, y sin tan siquiera darte cuenta, pisas miles de insectos a tu paso, votas a políticos que saquean las arcas públicas, comes deliciosas galletas que han supuesto la muerte de decenas de agricultores en el otro lado del mundo, y te regocijas de la suavidad de un tejido que fabricó una niña de poco más de seis años. Todo esto, sumido en un estado de ensimismamiento que te evita toda crítica o reflexión. Esta expresión más burda del materialismo espiritual es cuando el sistema neurótico se justifica a sí mismo; una forma elaboradísima de la ansiedad fundamental por existir, del egocentrismo.


A partir de esta relación con la práctica surgen numerosas y graves faltas: «El funcionamiento del mundo de los dioses hace que uno caiga en un avasallamiento cada vez mayor, que produzca cada vez más cadenas con las que atarse; cuanto más perfeccionamos nuestra práctica, más nos esclavizamos» (MT, p. 36), dice Chogyam Trungpa. Las justificaciones de nuestros actos son cada vez más y más complejas y apelan a motivos aparentemente nobles como «felicidad», «liberación», o «paz».



El Imperio de Esalen

En un reciente artículo del New Yorker[4] se describe un famoso centro de «desarrollo espiritual» llamado Esalen. En un terreno privilegiado que ocupa varios kilómetros de costa californiana, Esalen se sitúa al borde de altísimos acantilados, disfruta de agradables condiciones meteorológicas durante todo el año, y presume de preciosos espacios de césped brillante y perfectamente cuidado. Por allí han pasado personalidades como Aldous Huxley, Joni Mitchell, y parece que fue allí donde Ravi Shankar dio su famosa lección de sitar a George Harrison[5]. Los fundadores de Esalen, Dick Price y Michael Murphy, eran jóvenes graduados de la universidad de Stanford cuando decidieron dejarlo todo para fundar lo que llamaron en aquél entonces un «laboratorio de nuevas formas de pensar», un «think-tank para la contracultura».


Ahora, cuenta el artículo, Esalen es el lugar favorito de los empresarios de la industria tecnológica de San Francisco para liberarse del estrés causado por sus ajetreadas vidas de empresa. «Cofundadores de Pinterest y Craigslist y Apple, vicepresidentes de Google y Facebook, varios destacados capitalistas de riesgo y muchas personas cuyos cargos eran "narrador de historias" o "ingeniero de experiencia humana”» se reúnen en Esalen para seguir clases de yoga, hablar de vidas pasadas, aprender a meditar, y reflexionar sobre «tecnología responsable» y «ética empresarial». Esta es una de las manifestaciones contemporáneas más claras del concepto del materialismo espiritual de Trungpa, que nos alerta de cómo técnicas como la meditación pueden servir para perpetuar el sistema egoico en vez de desarmarlo.



Dzongsar Khyentse Rinpoche dice a su vez que son las experiencias causadas por el orgullo las que llevan a renacer en el reino de los dioses[6]. Este es el orgullo del empresario que se congratula y otorga una validez moral por el hecho de tener una sección de su empresa dedicada al mecenazgo o la ayuda humanitaria. «La gente orgullosa siempre está convencida de que su moral es superior a la de los demás», dice Dzongsar Khyentse. «Si naces en este reino, no le gustarás a nadie y nunca encajarás. Sin embargo, estarás orgulloso de formar parte de una «sociedad libre». Convencido de que tu punto de vista es el más objetivo y el más democrático, no dudarás en criticar a los demás por tener otro punto de vista o un conjunto alternativo de valores» (p. 92). Este fenómeno de superioridad moral está profundamente anclado en la experiencia del mundo occidental. Podríamos llamarlo el «síndrome del imperio», y es quizás uno de nuestros grandes obstáculos culturales. Hemos crecido como dioses: en una sociedad que nos dice haber entendido perfectamente cómo funciona el mundo, en qué consiste la felicidad y qué debemos hacer para maximizar nuestro placer.


El error fundamental

Como vemos, el punto en común de las múltiples manifestaciones del reino de los dioses es que en todas ellas, el ego es el motor, propulsor y centro de toda práctica. En sus enseñanzas sobre los doce vínculos de originación interdependiente, Lama Norbu describe el error fundamental que muchos maestros han identificado como el «origen del sufrimiento» u «origen de todas las aflicciones». Citando también a Chogyam Trungpa, Lama Norbu describe el hecho de que nuestro sistema «no es capaz de relacionarse con la infinitud». Este profundo miedo de la espaciosidad sin fin nos impulsa a generar, a cada instante, una finitud que se concreta en el ego. «Así se genera también el “otro”, puesto que es necesario que este “otro” nos reconozca nuestro ego como existente. Ahí empieza el lío: para poder ser, ya necesitamos que haya alguien otro que nos reconozca, y fenómenos que nos definan y afecten. Ese puntal nunca es estable, se va moviendo, ya que la condición de lo que nos haría existentes no se aguanta, falla constantemente y es impermanente. Esto es la causa de todo nuestro sufrimiento» [7].


El gran peligro del endiosamiento, dice Trungpa, es que no es desagradable de por sí. Esto puede despistarnos muchísimo, puesto que acabamos perdiéndonos en la propia vorágine de autocomplacencia que, si se dan las circunstancias adecuadas, puede perpetuarse durante mucho tiempo. Creemos que tenemos siempre razón, porque rechazamos observar cualquier elemento que contradiga nuestra forma de ver el mundo. Experimentamos «estados mentales aparentemente profundos, acompañados de un gran bienestar físico y psíquico» (35), y disfrutamos de una tranquilidad de la que muy pocos seres disfrutan, cosa que nos reafirma aún más en nuestras creencias.


Sin embargo, como está descrito en la Triple Visión, este estado no dura para siempre. Puesto que la práctica se fundamentaba en la diferencia entre el «yo» y el «otro», se encontraba aún terriblemente anclada en la dualidad de samsara. Así que cuando «la fuerza de la meditación se agota» [8] y los dioses surgen de su estado de absorción, se dan cuenta de que todo ese tiempo pasado en la absorción meditativa no les ha servido para nada, puesto que aún están sujetos a la impermanencia. «El mundo de los dioses no es especialmente doloroso en sí mismo. El dolor proviene de la desilusión final» (ML, p. 37), dice Trungpa. Al despertar de su placentero sueño, que creían correspondía a la liberación, los dioses pierden toda confianza en el hecho de que la verdadera liberación sea posible.



En este sentido, el endiosamiento de Trungpa podría explicarse como el error de considerar la vacuidad, la liberación o el nirvana como cosas realmente existentes. Al considerar estos estados como cosas realmente existentes hacemos que, de forma codependiente, deba surgir también aquello que observa y certifica su existencia: nuestro ego. «No caigamos en el error de pensar que la experiencia de la espaciosidad de la mente, de la claridad de la mente, de lo que a veces se conoce como rigpa, la sabiduría libre, tiene existencia inherente», sentencia Lama Norbu. Reformulando el Cuarto Sello, el poeta y practicante Vajrayana Gendun Chöpel escribe en uno de sus textos: «Ese estado no es un objeto verbal, mental o sujeto al análisis // para ninguna de las critaturas de los tres reinos» [9]. Es decir, que la liberación no puede ser aprehendida desde ninguno de los reinos de existencia, tan siquiera desde la existencia misma.


Aprendiendo a gatear

«Jamgön Kongtrul Lodrö Tayé decía que si continuaras creyendo en lo más íntimo que un pequeño rincón del samsara podría serte útil o podría ofrecerte incluso la solución última a todos tus problemas mundanos, será extremadamente difícil llegar a ser un genuino buscador espiritual», dice Dzongsar Khyentse[10]. El endiosamiento y el materialismo espiritual podrían leerse entonces como una falta de renuncia fundamental, como el hecho de no haber aceptado realmente la primera de las Cuatro Nobles Verdades y pensar que aún queda forma de obtener algo que no esté profundamente imbuido de sufrimiento en el mismo samsara. Habiéndonos saltado este primer paso, podemos intentar seguir avanzando en el camino espiritual, pero todos nuestros esfuerzos serán en vano. Podemos realizar los rituales más complejos y adiestrarnos en las prácticas más sublimes, alcanzar estados de absorción muy elevados y ser capaces de transformar nuestra visión del mundo; pero seguiremos terriblemente anclados a samsara.


La enseñanza de Chogyam Trungpa nos permite observar el endiosamiento en nuestra propia práctica cotidiana, tanto en el cojín como fuera de él. Por ejemplo, en momentos en los que nos sentimos particularmente dichosos, podemos llegar a creer que hemos alcanzado una especie de «realización», o al menos, nos parece haber «aprendido algo», «avanzado» o «logrado nuestro objetivo». Pero como nuestra práctica está aún contaminada por el egocentrismo, cuando este estado de dicha desaparece pocos momentos después, nos derrumbamos al pensar que todo aquello que habíamos construido no sirve para nada. Y después, como asnos dando vueltas a un molino, volvemos a empezar: nos adaptamos, generamos otra versión de la realidad que pueda funcionar con estas nuevas circunstancias, y nos volvemos a agarrar a ella, situándonos de nuevo en el centro de todo. «Es lo que se llama samsara, palabra que significa literalmente ‘círculo contínuo’, ‘remolino’», dice Chogyam Trungpa, «es el océano de confusión cuyas aguas circulan eternamente, en una vorágine sin fin» (ML, p. 37).


Dicen los maestros que si tuviéramos el coraje de permanecer en ese catastrófico lugar en el que nuestra dicha ha desaparecido, en el que nuestra visión de la realidad se ha hecho añicos, quizás estaríamos un poco más cerca de la verdadera liberación. Es quizás en el momento en el que nos permitimos observar realmente nuestra propia incompetencia, en el que nos abrimos a la vulnerabilidad de descubrir que nuestro ego es una fuente continua de errores, que nuestra práctica podrá dar frutos y empezaremos a escapar de esta fijación



***


[1] No Para Ser Feliz, Dzongsar Khyentse Rinpoche, p. 1 [2] El Mito de la Libertad, Chogyam Trungpa, Editorial Kairós, p. 36. De ahora en adelante, nos referiremos a esta obra con el acrónimo «ML’. [3] Three Visions, fundamental teachings of the Sakya lineage of Tibetan Buddhism, Ngorchen Konchog Lhundrup, editado por Snow Lion Publications, p. 45 [4] Silicon Valley’s Crisis of Conscience — Where Big Tech goes to ask deep questions. Andrew Marantz, 2019. Consultable en: https://www.newyorker.com/magazine/2019/08/26/silicon-valleys-crisis-of-conscience [5] Una grabación de archivo narrada por Ravi Shankar puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=t79aI-I6ucA [6] Vivir es Morir, Dzongsar Khyentse Rinpoche, Ediciones Casa Virupa, p. 35 [7] Los Doce Vínculos de Originación Interdependiente, enseñanzas de Lama Ngawang Norbu en Casa Virupa, Febrero de 2020. [8] Three Visions, fundamental teachings of the Sakya lineage of Tibetan Buddhism, Ngorchen Konchog Lhundrup, editado por Snow Lion Publications, p. 45 [9] In the Forest of Faded Wisdom, Gendun Chöpel, University of Chicago Press, p. 35 [10] No Para Ser Feliz, Dzongsar Khyentse Rinpoche, p. 1

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